CUENTOS INFANTILES

¿POR QUÉ DE ESTA SECCIÓN?: LA IMPORTANCIA DE LOS CUENTOS INFANTILES

Los niños de estas edades tienen un mundo por explorar, en donde existen cosas reales y otras imaginarias, que hacen que los pequeños se desarrollen de forma integral, esto quiere decir que evolucionen en el área cognitiva, pero también en la emocional y sentimental.

Contar cuentos a los niños ayuda a que aquieran un buen léxico y que entiendan cómo funciona el mundo.

Los cuentos en familia generan un acercamiento entre los padres y los hijos, es un acto sencillo y divertido que puede potenciar su desarroollo y su futuro educativo y, aducionalmente desarrollar y fortalecer el vínculo entre la familia.

Aquellos niños que leen tienen la capacidad de aprender más y mucho mejor en comparación con aquellos pequeños que no han podido encontrar el camino hacia la lectura.

A continuación aporto algunos cuentos, historias...con moraleja final, que he ido encontrándome y que creo pueden aportar "la chispa" que nos haga pensar desde muy pequeños; ya que desde mi punto de vista: Cuando los niños aprenden a querer los libros, aprender a querer el aprendizaje.


EL ELEFANTE ENCADENADO 

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me 
gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. 

Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. 

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. 

El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? 

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. 

Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?». 

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez. 

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: 

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. 

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. 

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza... 

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. 

Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. 

Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. 

BUCAY, J. (1999). Déjame que te cuente.... Los cuentos que me enseñaron a vivir. Barcelona: RBA Libros S.A



RUBÉN EL PASTELERO

(Cuento que aborda el problema de los roles en niños y niñas)

Rubén es un niño de unos diez años, pelirrojo y con cara de pillo, que tiene muy claro desde siempre que cosas que son exclusivamente para las niñas, como las muñecas y los cuentos de princesas y cuales para los niños, como los balones, camiones de juguete y los juegos de peleas.

Eso, trae de cabeza a sus padres, que no comparten en absoluto esa separación de roles tan absurdo. Pues en su casa los dos hacen de todo y si su padre ha tenido que jugar con muñecas con su hermana pequeña lo ha hecho sin perder por ello su autoridad en casa. Al igual que su madre ha tenido que arreglar algo de casa, cuando su padre ha estado de viaje.

Los dos intentan averiguar de dónde le viene esa forma de pensar que nada tiene que ver con la realidad e intentan hacerle ver, de la forma más divertida que eso no tiene porque ser así. Y ven una clara oportunidad cuando Esther, la hermana pequeña de Rubén, le pregunta a su madre:
-Mamá, en el colegio van a dar clases de cocina y Lucia dice que nos van a enseñar a hacer pasteles. ¿Puedo ir? ¿Me dejarás apuntarme con Lucia? Anda, por favor… – le insiste la pequeña que apenas se lleva dos años con Rubén.
-¿Dices que os enseñarán a hacer pasteles? – le pregunta su padre con interés.
- Mira Rubén, con lo que te gustan a ti los pasteles. Ahora podrías aprender a hacerlos a tu gusto. – le comenta su madre con la intención de despertar su curiosidad.

Rubén les mira desde el sofá, prestando atención y no muy convencido les responde:
- ¿Cocinar yo?, ¡Anda ya, si eso es de chicas! –refunfuña Rubén
- ¿Cómo de niñas? –le replica su padre. – Yo cocino muchas veces y que yo sepa no soy una niña.
- Pero papá…- protesta el niño- Si mis amigos se enteran de que voy a clases de cocina, se van a reír de mí.
- O pensarán que lo haces para ayudar en casa. – contesta su madre-. ¿Por qué no pruebas un par de días? Aprenderéis a hacer nuevas recetas y las podremos hacer aquí en casa, nos lo podemos pasar muy bien.

Rubén se queda pensativo, es muy goloso y la idea de hacer sus propios pasteles no le disgusta, es más siente una cierta curiosidad de cómo será eso de crear nuevos pasteles y otras recetas. Pero le preocupa demasiado la imagen que puedan tener a partir de entonces para sus amigos.

Finalmente, su lado más glotón le puede y decide probar un par de días con su hermana. Eso sí, con la condición de que lo lleven en secreto para que sus compañeros no se burlen de él. O al menos, eso es lo que piensa, aunque pronto se dará cuenta de lo equivocado que había llegado a estar.

Llega el primer día de clase y al entrar por la puerta, Rubén se lleva una gran sorpresa.
- ¡Ahí va! – exclama sorprendido.- Si hay casi más niños que niñas.
- ¿Qué pensabas? – le pregunta su madre con una sonrisa.- Si te paras a pensar hay más cocineros famosos que cocineras y nadie se burla de ellos.

A Rubén se le olvida totalmente la tonta preocupación de que dirán los demás niños del colegio y se dedica a observar y realizar todo lo que los monitores les enseñan.

Parece que, finalmente los padres de Rubén han logrado que su hijo se deje llevar y vea que, entre otras cosas, cocinar no es solo cosa de mujeres y satisfechos dejan a sus hijos que cocinen sus primeros dulces.

Al cabo de una hora, vuelven a recogerles de su clase para volver a casa y cuando preguntan a Rubén que le ha parecido la experiencia, este les contesta:
- Mamá, papá, teníais razón. A partir de ahora seré Rubén el pastelero. ¿Podré volver otro día? – pregunta emocionado.
- ¡Claro que sí! Así en casa podremos intentar hacerlos tan buenos como los vuestros y con vuestra ayuda. – contestan sus padres.
- ¡Bieeen! – exclama su hermana – ¿Queréis que os enseñemos lo que hemos hecho hoy? Estaba tan bueno que nos lo hemos comido todo.

Los dos hermanos se miran y, sonriendo les cogen la mano a sus padres para volver a casa y poner en práctica todo lo que en una hora les han enseñado a hacer, unos pasteles deliciosos.


LA VUELTA AL COLE

Termina agosto y, con el mes, las vacaciones quedan atrás. Septiembre llega con el olor a libros nuevos, materiales que estrenar, reencuentros con los amigos y compañeros del colegio.

Muchos niños están emocionados ante la vuelta al cole y los hay a quienes la curiosidad de saber cómo serán sus libros nuevos, quien será su maestro o su “seño” como dicen los más pequeños, puede más que el sueño a la hora de irse a la cama temprano para comenzar el colegio con las pilas cargadas.

Sonia es una de ellas, tiene tan solo 3 añitos, es muy espabilada para su edad y habla por los codos, casi tan bien como un adulto y está muy emocionada porque, por fin, en cuanto despierte, irá al colegio de los grandes.

Es la hora de dormir y, a pesar del baño que le ha dado su madre para que duerma tranquila y de la pila de cuentos que le ha leído su padre, no consigue quedarse dormida. Un montón de pensamientos y dudas bullen en su cabecita y no puede evitar hacer un interrogatorio a sus padres.

- ¿Me gustará el cole nuevo? – pregunta Sonia preocupada.
- Pues claro que sí. Verás que cantidad de niños nuevos vas a conocer.- le responde su madre con una sonrisa.
- ¿Qué pasa si en vez de una “seño” como en la guardería tengo un profe?- insiste la pequeña.
- Nada, cariño. ¿Qué va a pasar? Lo único que tienes que hacer es poner mucha atención y aprenderás un montón de cosas igual que con una señorita. Seguro que enseguida le cogéis cariño y el a vosotros. – le responde su papá.
- Y, y… ¿qué pasará si no le gusto a los otros niños? Yo quiero ser amiga de todos.
- Sonia, pequeña. – insiste su padre.- No podemos gustar a todos, con unos te llevarás mejor que con otros niños. Pero tal y como eres, estoy seguro de que harás un montón de amiguitos y amiguitas. Anda, duérmete ya, que si no mañana te levantarás muy cansada para tu primer día de colegio.
- Sí, pero… ¿puedo preguntar otra cosa más?- dice con su voz más dulce.
- Sí, pero solo una y a dormir. Ya es muy tarde y mañana tienes que madrugar. – le recuerda su madre.
- Mamá… ¿Qué me vas a poner para el hamaiketako en el cole?- pregunta con una sonrisa llena de picardía.

Los padres de Sonia no pueden más que reír por la ocurrente pregunta de la pequeña. Ninguno podía imaginar que la mayor preocupación de su hija, aparte de querer tener muchos amigos en su nuevo colegio, sería lo que llevaría al día siguiente para el almuerzo. Ambos no pueden dejar de reír y la pequeña, sentada en la cama, muy seria y con los brazos cruzados, les echa una pequeña regañina.

- No os riais, es muy importante. Es mi primer día en el cole de los nenes grandes y quiero que sea perfecto.- dice la niña muy seria.
- No te preocupes, que al igual que tu primer día de cole… tu almuerzo será especial. El más especial de todo el colegio.

La mamá de Sonia le arropa con cariño y le da un beso de buenas noches a Sonia que, vencida por el cansancio, comienza a cerrar sus enormes ojos azules. Una vez que le han apagado la luz y entornado la puerta de su habitación, la niña comienza a soñar en cómo será su primer día de colegio.

¡Será inolvidable!- dice entre sueños y sigue durmiendo con una sonrisa.



¡MI PRIMER DÍA SIN MAMA!

Me llamo Manuel y tengo cinco años, no tengo un hermano mayor que se llame Adrián, como el hermano súper mayor que tiene mi amigo Rubén. Y cuando digo súper mayor es porque tiene dieciséis años y novia.

Aunque la verdad es que Rubén y yo también tenemos novia desde que vamos al cole, pero no somos tan viejos. Sin embargo Adrián me ha ayudado a escribir esto de cómo fue mi primer día sin mamá.

Esto lo hago para que otros niños que no tengan hermanos mayores no vayan al cole tan asustados como alguno de mis compañeros fueron, cuando éramos dos años más pequeños.

Recuerdo que antes de aquel día no había estado ningún día sin mama, sin papá si había estado, más que nada porque trabajaba fuera de casa, no quiero decir que mamá no trabaje que lo hace, pero no lo hace fuera de casa como papá.

El caso es que después de venir de la playa mamá y papá me llevaron a ver un colegio que estaba cerca de casa. Aquello daba la impresión de ser una cárcel porque tenía unas verjas altísimas que lo rodeaban.

Recuerdo perfectamente que les pregunté para qué me llevaron allí, y fueron muy sinceros porque me contestaron sin mentirme ni un poquito.

-¿Por qué estamos aquí?
-Hoy te hemos traído aquí para que veas tu colegio
-¿Este es mi colegio?
-¡Así es!
-¿Es un colegio… colegio?
-Es un colegio efectivamente
-¿Para qué sirve ir al colegio?
-Ir al colegio es importantísimo, es una de las cosas más importantes que harás en tu vida
-¿Más importante que saber comer solo?
-¡Sí!
-¿Más importante que casarse?
-En efecto… incluso es más importante que casarse
-Pues el tío David cuando se casó, dijo que aquel era el día más importante de su vida
-Eso es porque estaba tremendamente feliz de casarse con tu tía
-¿Yo seré tan feliz como el tío cuando vaya al cole?
-¡Uy! Muchísimo me temo que serás muy… pero que muy feliz
-¿Por qué?
-Porque en el cole harás muchos amigos ¿los amigos son importantes verdad?
-¡Sí! Mi amigo Rubén lo es
-Pues tu amigo Rubén irá al cole exactamente como tú
-Y… ¿Qué más cosas haré en el cole?
-Aprenderás muchas cosas, y todas importantes y necesarias.
-Y… ¿Estará mamá conmigo?
-Las mamas no van al cole
-Y… ¿los papas?
-Los papas tampoco van al cole
-¿Por qué?
-Porque fueron cuando eran pequeños, y hacer una cosa tan importante dos veces es abusar y quitarle el sitio donde ha de sentarse a un niño para aprender no está bien
-¡Pues que coja otra silla!
-Veras Manuel si en una clase caben diez niños y solo hay diez sillas pequeñas para niños, si un padre le quita la silla a un niño, este ya no tiene donde sentarse
-¡Pues que le traigan otra!
-Es que en el cole solo tienen las que tienen
-Como cuando vienen todos los tíos a casa y no tenemos sillas suficientes y se las pides al vecino
-¡Algo así!
-Pues… ¡que se las pidan al vecino!
-Pero el único vecino que tendría sillas para dejarles seria otro colegio, y si ese otro colegio le dejase sillas para los padres, también se quedará sin sillas para sus alumnos.
-¡Que lio!
-Tú no te preocupes por las sillas, la verdad es que no tienes que preocuparte por nada de nada
-¡No!
-¡En absoluto!

Tras aquella conversación y durante los días posteriores, mis padres y yo preparamos todo lo que iba a necesitar, me compraron una mochila, pinturas, cuadernos, libros llenos de dibujos y fotos, me compraron un montón de cosas.

También ensayamos el horario del colegio, me acostaba pronto y me levantaba pronto, eso no me pareció difícil.

Mi madre me dijo que al principio solo estaría un ratito corto en el colegio y luego volvería a por mí. Como nunca me había mentido no dude.

Aquel primer día fuimos de camino al colegio riéndonos de lo contentos que estábamos por comenzar aquella aventura nueva. Me pareció raro ver como algunos niños lloraban desesperados en la puerta del colegio.

Yo no lloré nada, y además me alegré muchísimo cuando entré en clase y vi que allí también estaba mi amigo Rubén. Ese ratito se me hizo tan cortito que casi ni me enteré. Y luego tuve un montón de cosas que contar a mamá y a papá.

Desde entonces mantenemos conversaciones de mayores mientras nos tomamos un gran vaso de leche, mi padre habla del trabajo, mi madre de sus cosas y yo del colegio.

Yo os digo que no tengáis miedo cuando vayáis por primera vez al cole porque no es algo que os tenga que dar miedo.

Y ahora Adrián el hermano súper mayor de mi amigo Rubén me dice que acabe de una vez, que tiene que preparar las cosas que necesita para ir mañana a clases. Muy malo no será cuando tan mayor como es no ha dejado de ir al cole.

Cuento infantil por Estrella Montenegro, su web: Cuentos y demás para peques

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